domingo, 25 de agosto de 2013

Películas de contraste: Si las paredes hablasen (1 de 2)

Pues sí, amiguitos, se nos acaba el verano dentro de nada. Vuelve septiembre y, aunque yo ya estoy teniendo mis palizas de trabajo, he de decir que el nuevo mes se presenta cargadito de emociones -boda incluida- y que tengo ya cuatro post a medias, por culpa de unas semanitas de infarto, en las que creo que, por lo menos, el ejercicio me habituará de cara a las semanas que vienen.

Lo bueno, como siempre, ha sido poder disfrutar de cine curioso, de ese que ya todos sabéis que termino viendo a escondidas, con total nocturnidad, cosa que me hace sentir que aún puedo rascar un poco de libertad a los últimos días del verano.

La verdad es que la mayor parte de las noches me he dedicado a ver moñeces absolutas, eso las que veía algo, porque casi todo este tiempo, he intentado avanzar con la tesis en cualquier rato que tuviera libre. Con este apretado margen, he de decir que una noche me topé con un par de historias la mar de interesantes.

Andaba yo buscando vídeos y cortometrajes para jóvenes, cuando de pronto, algunas respuestas del buscador me dirigían a  páginas web relacionadas con la homosexualidad. Una de ellas, dedicada al mundo lésbico, ofrecía bastantes filmes en línea que trataban el tema desde diversos puntos de vista.

Más de una vez he leído o visto alguna reseña sobre cine homosexual, pero desde luego, casi nada de cine lésbico, lo cual es una pena, porque dentro de esta tendencia se encuentran auténticas joyas cinematográficas -como La calumnia, protagonizada por Audrey Hepburn y Shirley MacLaine, sin ir más lejos-. Bien es cierto, no obstante, que existe algún que otro libro que habla de cine gay, refiriéndose a todas las tendencias, como El armario secreto de Hitchcock, de Boris Izaguirre, el cual resulta demasiado específico, aunque entretenido. De entre las relaciones lésbicas tratadas, destaca la de Rebeca, película donde el ama de llaves vive obsesionada con el recuerdo de su señora, y se encarga de mantener viva su memoria, convirtiendo el ala oeste de la casa en un auténtico mausoleo, que cuida de forma abiertamente fetichista. Aparte de lo anterior, reconozco que no he leído ni visto mucho más sobre el tema, aunque como todo, es cuestión de ponerse a investigar.

De hecho, uno de los mejores puntos de partida podría ser esta página web de cine sobre lesbianas, donde se recomiendan también cortometrajes más o menos interesantes. Pues bien, una de las varias películas que en aquel blog se ofrecían era If these walls could talk 2, que en España se tradujo como Mujer contra mujer.

Aparte de pensar en el triste alcance del daño perpetrado por las letras de Mecano, no pude evitar fijarme en lo evidente, aquella película se trataba de una segunda parte, y me llamó la atención que, si bien ésta era citada y enlazada en el blog, nada se decía con respecto a la primera. Un par de minutos tecleando me dieron la respuesta.

La cosa va como sigue. Si las paredes hablasen es la traducción literal de la primera entrega, una TV movie de la HBO. Filmada en 1996, la cinta obtuvo diversas candidaturas a los Emmy y a los Globos de Oro, amén de otros premios internacionales. 


La cinta narra tres historias que giran en torno a un tema central, en este caso, se trata del aborto. Cada una de las historias se desarrolla en una década distinta del siglo XX, los cincuenta, los setenta y los noventa, dando a cada caso concreto un escenario político y social completamente distinto, además de estar protagonizadas -cuando no dirigidas o producidas- por actrices de renombre en aquel momento, como Demi Moore, Sissy Spacek, o Anne Heche o Cher. 

En la primera historia , Demi Moore interpreta a una enfermera que, habiendo enviudado recientemente, vive en una ciudad pequeña, apoyada por la familia de su esposo, un militar de excelente reputación. Una noche, en plena crisis de llanto, mantiene relaciones con su joven cuñado, dando como resultado un embarazo. Ante tal tesitura, la mujer decide abortar, puesto que sería una madre soltera y haría que tanto ella como su familia política perdieran su buen nombre dentro de la comunidad.

En los años cincuenta, el aborto estaba prohibido en Estados Unidos, y la joven Moore tiene serios problemas para lograr su objetivo. Finalmente, rechazada por las pocas personas de confianza que la 
rodean, y con serios problemas económicos para costearse un aborto clandestino en un lugar en buenas condiciones, termina recurriendo a un siniestro médico, que le practica el aborto en la cocina de su casa por poco dinero.

El final de la historia es bastante trágico, puesto que la mujer comienza a sangrar abundantemente y, presumiblemente, muere tratando de llamar al hospital.



En la segunda historia, Sissy Spacek interpreta a una madre de familia numerosa, ama de casa, que está sacándose estudios superiores en la universidad. Ante la noticia del nuevo embarazo, se plantean serias dificultades económicas, puesto que un bebé supone que el padre no se pueda retirar, que la hija mayor tal vez no pueda estudiar en la universidad que quiere, y que la propia Spacek tenga que abandonar sus estudios. Ante toda esta amalgama de problemas, la protagonista se plantea la posibilidad de abortar. Dentro de quienes la apoyan en este sentido, su hija mayor, una joven hippie y feminista, la pone al corriente de las opciones existentes, y la anima a que lo haga, eso sí, con un cierto puntito egoísta, puesto que no quiere perder bajo ningún concepto su oportunidad de ir a una buena universidad.


La escena final, bastante ilustrativa, nos deja con la sufrida madre de familia abrazando a su hija mayor, que llora desconsolada mientras ella le confiesa que no va a abortar; y la consuela diciendo que ya encontrarán una salida a sus problemas y que todo se arreglará.

En este punto, debo decir que no me gustan nada las películas tendenciosas. Nunca me ha parecido bien que el público sea tomado por estúpido, o que una película o un libro me digan cómo tengo que pensar. En este caso, siempre pongo el ejemplo de Million Dollar Baby, donde se os expone un caso de eutanasia desde un punto de vista completamente aséptico, para que cada cual saque sus propias conclusiones. Incluso Juno destaca por la magistral forma de presentar este mismo tema del aborto desde un punto vista más bien humorístico, que le da a la historia un toque curioso, poco convencional. En este aspecto, If these walls could talk resulta bastante tendenciosa, aunque bien elaborada y con unas historias inetresantes. Cuando realmente me quedé perpleja fue cuando llegó el episodio de los noventa, producido por Cher, que además aparece en la cinta.

Anne Heche es una brillante estudiante de arquitectura que se queda embarazada después de mantener relaciones con uno de sus profesores. Ante la posibilidad de abortar, su mejor amiga trata de convencerla para que no lo haga; pero ella tiene dudas y decide ir a informarse a una clínica abortiva. 

Cuando llega, se encuentra con un grupo de mujeres rezando en la puerta, que de nuevo intentan convencerla para que no aborte. De todas formas, la chica entra en la clínica y se informa de todo. A pesar de las presiones que siente por uno y otro lado, finalmente pide ayuda a su amiga y ésta termina acompañándola a abortar.



Hasta aquí, todo correcto. El mismo día en que las dos jóvenes van a la clínica se ha convocado una manifestación anti abortista delante de la clínica -cuya directora, por cierto, es Cher con una terrible melena pelirroja de tinte- , y la fachada del edificio es tomada por una multitud que grita sus consignas y canta sin cesar. Esta y otras situaciones anteriores producen un intenso debate entre los diferentes personajes, que aportan su punto de vista sobre el asunto. Como he dicho antes, esto me parece bien. Cada uno va diciendo su opinión y el espectador saca sus propias conclusiones. Repito, hasta aquí todo correcto.

Hasta que llega el final, que es uno de los más sucios que he visto en mi vida. Anteriormente, tanto los personajes a favor y en contra del aborto han ido mostrando su mejor y su peor cara, mientras Anne Heche aborta en la clínica, con la ayuda de Cher. Si todo hubiera terminado de forma diferente, la película será salvable e incluso destacable; pero debe ser que la cantante no estaba por la labor. Justo cuando la Heche respira aliviada por haber terminado la operación, un joven que se había colado anteriormente en la clínica haciéndose pasar por el novio de una chica embarazada, entra en la habitación y se lía a tiros con la doctora Cher y su melena. En medio del charco de sangre, la muchacha Heche llora desconsolada y asustada, abrazando el cuerpo inerte de Cher, asesinada por un joven activista pro vida.

El pelo es horrible, pero no hacía falta matarla por eso


Como digo, el final es sumamente tendencioso y demasiado cogido por los pelos, dejando un mal sabor de boca que, además, hace que todo el debate suscitado con anterioridad, incluso en las dos historias precedentes, quede completamente eclipsado y resulte absurdo y sin sentido para los espectadores. En resumen, una película de tema controvertido y de brillante ejecución en muchos momentos, que se ve abocada al pasmo y el cutrerío cuando llegas al final. Una pena.

A todo esto, entendí perfectamente por qué no había aparecido enlazada en aquel blog sobre lesbianismo del que hablé al comienzo de este post. Ciertamente, ambas películas son idénticas en su estructura, aunque el tema a tratar sea distinto en cada una de ellas. Y como este post ya se está alargando demasiado, dejo el comentario de If these walls could talk 2 para el próximo. Sólo adelanto que, como excepción que confirma la regla, la segunda parte es mucho mejor. 

Dejo el enlace de la primera película completa en español. Que la disfrutéis.



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