miércoles, 22 de mayo de 2013

El submundo de las películas de madrugada

Hace ya algunos años que dejé de ser estudiante como tal. Bien es cierto que, ahora, entre los exámenes de idiomas y la tesis doctoral, sigo estudiando algo en un sentido estricto, pero vamos, nada que ver ya con aquellos cerros de apuntes, libros y artículos que te tragas sin pan pa' empujar cuando entras a hacer la carrera, por no hablar del imborrable recuerdo del olor de tus libros para la selectividad.




Para mí, los últimos años de instituto fueron muy buenos, aunque el recopetín se lo llevaban los cinco años de carrera, en los que poco a poco me fui soltando la melena y aprendiendo cosas importantes de la vida. Dentro de este último apartado puede meterse tanto La Regenta de Clarín como la aplicación de las valiosas enseñanzas de Perico Malastrampas, por ejemplo.

En la universidad, muchos estudiantes hacen gala de un impecable orden, que los hace ser madrugadores, responsables, ordenados en sus apuntes y tareas, así como en sus horarios de estudio. En este sentido, yo podía ser muy ordenada; pero, desde luego, no era madrugadora. Mi horario de estudio durante esos cinco años se mantuvo indefectiblemente nocturno. Y claro, así pasaba.


Siempre me había considerado un ave nocturna, que se dice. En las largas madrugadas silenciosas, estudiar solía convertirse en un indescriptible placer. Paz, nocturnidad y una cierta alevosía a la hora de tomarme algún que otro descanso, o de despejar la cabeza hasta el día siguiente, eran las más importantes ventajas de la noche frente a los estudiantes diurnos.

Fue en esas noches de lectura y empolle diarios cuando pude rescatar de entre los escombros mi amor por el cine de mierda. Ese que, de tan malo, era bueno. En aquellos años, los canales autonómicos eran los únicos que ofrecían una programación de cine cuya repugnancia aumentaba de forma proporcional a la hora de emisión. En este post quiero rendir homenaje a aquellas maravillosas noches de febrero y junio en espera de los temidos exámenes, y a cómo aquellos pútridos descubrimientos me hicieron disfrutar en la soledad de la noche, acrecentando mi capacidad de criterio y mi ya de por sí larga placeres culpables.

Antes de comenzar con mi top cinco a modo de ejemplo, quiero resaltar que escribo de memoria; y que podría haber buscado más información de la mayoría de estos filmes; sin embargo, me parece más apropiado basarme en el puro recuerdo, salvo por un par de datos y referencias necesarios para la comprensión del ranking.

5. Combo braker: Mortal Kombat/ Street Fighter II/ Dead or Alive

Una de las combinaciones estrella de las madrugadas de Telemadrid era la reposición de dos o tres películas de lucha seguidas. En Madrid, en junio, el calor podía hacer insoportable cualquier noche, por lo que muchas veces resultaba más prudente irse a dormir con el fresquito del amanecer, habiendo estudiado todo lo que tu mente pudiera dar de sí. Con el resto de canales haciendo el agosto con los tarotistas y las chicas que decían regalar dinero con los programas-estafa; esta serie de mamporros parecía la opción más sensata.


Poco tengo que decir con respecto a las tres películas, de sobra conocidas. Todas se basaban en videojuegos que, en su momento, llegaron a estar muy de moda. Si bien la primera entrega de Mortal Kombat, con Christopher Lambert  a la cabeza, era una castaña y un cutrerío, la segunda parte resultaba bastante más entretenida, y por lo menos había más manguzadas, que a esas horas, y con el bajón del estudio, era lo que se pretendía. Sobre todo si lo acompañas de su alegre música makinera.



Nada que ver, sin embargo, con la mejor de las tres, que solía ir en primer lugar dentro de la programación. Street Fighter II es una película cutre de acción memorable, que, pese a los intentos de incluir a personajes de renombre como Jean Claude van Damme, Kylie Minogue o Raúl Juliá, se queda en un intento más de llevar videojuegos a la gran pantalla. Eso sí, las breves escenas en las que Zangief habla de su pasado como bailarín clásico, o la rocambolesca historia de Blanka y Dalshim, no tienen desperdicio ninguno. Un presupuesto muy mal/bien gastado, que las futuras generaciones de estudiantes noctámbulos agradecemos a posteriori.

La tercera en discordia era de lo más entretenido. Personajes estereotipados con una caracterización que ronda lo lamentable son convocados para luchar en una isla. Se supone que cada uno tiene sus motivaciones y el malo malísimo quiere quitarles sus poderes. Ante tal amenaza, la cosa se resume en que todos los buenos se ayudan para salvarse y el malo muere de manera estúpida. Mención especial a las actrices exuberantes, que no le llegan a las de los videojuegos ni a la suela del zapato -pixelado-. Aún recuerdo esos pósters del Hobby Consolas que los adolescentes de mi generación compraban, sólo para ver cómo cada entrega de la saga DOA las tetas de las chicas botaban más y se hacían más y más grandes. En la peli, salvo la rubia texana hija de un luchador de wrestling enfundada en un bikini con la bandera de E.E.U.U., poco se podía resaltar. Encima, al estar pensada para tíos, tampoco es que los machos alfa estuvieran de buen año. Pero había tortas, y grandes construcciones de roca que se derrumbaban. El colofón perfecto para irse a dormir.

Dejo vídeo de presentación de las féminas, introducing... ¡Los piratas ridículos! Aún más lerdos que los de Astérix. ¡A disfrutar!


4. Legado de sangre (The breed)

He aquí una extraña joya salida de las entrañas de los primeros años de Castilla-La Mancha TV. En un desesperado intento por copiar absolutamente todo lo que hiciera Telemadrid -que también hay que tener valor-, las madrugadas de la cadena autonómica se convirtieron en una fuente inagotable de bazofia televisiva de madrugada. En este caso la idea era poner un film más o menos actual con una cierta pátina de respeto, que terminaba yéndose al garete a pocos minutos de comenzada la historia.


En un futuro impreciso, los vampiros conviven pacíficamente con los humanos. Es entonces cuando un vampiro renegado decide sembrar el terror y convertirse en un asesino en serie. La frágil cordialidad entre razas está en peligro. ¿Qué hacer? El caso es encomendado al agente Grant, a quien se le asigna un nuevo compañero que es... ¡un vampiro! Bueno, un vampiro que, a la postre, es Adrian Paul, a quien los frikis de pro conocerán como el prota de la serie de Los Inmortales, entre otras cositas. A partir de entonces la cosa se transforma en una mezcla rara entre intriga policíaca con conspiraciones gubernamentales en la sombra, vampiros underground y una estética que da bastante vergüenza ajena, como en este breve vídeo que dejo aquí.



Como se habrá podido observar, creo que los guionistas quisieron escribir una de intriga de Antena 3 a las cuatro de la tarde, pero con seres fantásticos de por medio, lo que hizo que, inmediatamente, bajara puntos para un público normal y subiera para los cuatro desgraciados que teníamos estómago para digerir eso a las tantas. Con eso, la pantera, y el bueno de Adrian, lo mejor que podían haber hecho.


3. Crimen Imperfecto

De nuevo, otra de Castilla-La Mancha; y de nuevo, otra de investigadores, esta vez, a la española.

Fernando Fernán-Gómez y José Luis López Vázquez interpretan a Salomón y Torcuato, dos investigadores privados que entran ya no recuerdo cómo ni por qué -así que supongo que no será importante- en una trama de tráfico de drogas. Todo ello, con un Jesús Puente con pelazo y patillas, y un grupo de chicas con curvas de ésas que tanto gustaban en el cine patrio de la época.

Realmente, la trama no la recuerdo con demasiado sentido, ni falta que me hacía que lo tuviera. Sólo me interesaba el hecho de que, aunque a simple vista pudiera parecer una producción más destinada a las mazmorras de Cine de Barrio, la cinta tiene un par de escenas que la sacan de cualquier argumento racional entendible para un espectador medio de cero a noventa y nueve años.

Una de las más sublimes creo que está como por el final, y se ve a ambos protagonistas disfrazados de enfermeras, por supuesto, dando el pego, que para eso lo dice muy clarito el guión. La segunda escena, que una persona tan perturbada como yo ha decido colgar en Youtube por caridad para los noctámbulos del pasado, es un despropósito en el que don Fernando y don José Luis se visten de hippies y acaban fumando porros (léase este último término con la voz de López Vázquez en Adolescencia), y tienen unas visiones psicodélicas sumamente perturbadoras. Globos, chicas bailando de forma picantona, Jesús Puente posando a lo James Bond, escenas inconexas de un señor oculto tras una cortina, una actriz que baila desbocada con unas mallas con ojos en sus partes pudendas, y un ballet de la Revista de José Luis Moreno que no se sabe muy bien qué hace ahí. Lo más sorprendente, es que, cada uno con su porro y su ida de olla, sueñan lo mismo. ¿Great minds think alike? Maybe...


Y otro bonito recuerdo para vuestras retinas. De nada.


2. El grito de la muerte (Cry of the Banshee)

Aquí viene una cinta medianamente buena, pero cuyo argumento resulta más perturbador que otra cosa. Se trata de una de las numerosas cintas de terror de la Hammer, de 1970. Como no podía ser menos, Vincent Price se encarga de poner el arte y el buen gusto a un film que, si bien en otras circunstancias podía pasar por un coñazo mañanero -la serie de Edgar Allan Poe ha quedado ya para cinéfilos, historiadores del cine, y poco más- si no fuera porque, de madrugada, todo convence mucho más.

El caso es que la historia era interesante. En pleno siglo XVI, un noble escocés -Vincent Price-, decide perseguir a los grupos de brujas que aún perviven en sus tierras. Un buen día, sorprende a la bruja Oona y su Aquelarre, y las brujas son condenadas a muerte. Ante tal ultraje, Oona lanza una terrible maldición, haciendo que un joven que se transforma en una mezcla entre demonio y hombre-lobo mate a toda la familia del noble, a lo serial killer.



De esta película podemos destacar muchas cosas, aunque sólo hablaré de las dos más importantes: la primera, los títulos de crédito diseñados por el GRAN Terry Gilliam.



La segunda, es más bien una cuestión de guión, al parecer, en un principio el director de la cinta no quería que se mostrara una versión maniquea de la brujería, y pretendió basarla en la tan de moda entonces Antigua Religión -en algunos casos relacionada con la Wika-. Por este motivo, el Aquelarre de Oona está integrado por jóvenes vestidos de blanco que portan coronitas de flores sobre su cabeza mientras adoran a Satán. Motivo por el cual la cosa da todavía mucho más miedo, al ser una mezcla sumamente grotesca, que mueve tanto a risa por la pinta de hippies come-flores del grupito; como a miedo, puesto que su pretendido buenrollismo esconde intenciones mucho más oscuras.

Esta vez no voy a contar el final. Sólo decir que en esta reseña se aportan datos muy interesantes del film y de su realización. Además de eso, coincido plenamente con la leve comparación entre esta película y The Wicked Man, aunque la segunda cumple mucho mejor con los objetivos de la primera. Quizá por el cierto paralelismo entre ambas, esta escena del trovador cantando una bella canción sobre una joven violada que busca venganza me hace plantearme que sí, que El grito de la muerte era mucho más divertida de madrugada.



1. Rumbo a la muerte aka Barco encantado (Haunted Boat)

La mínima salud mental a la que puede llegar una persona me habría hecho poner la película anterior en primer lugar; pero no podemos faltar a la realidad. Aquí lo que se juzga es el nivel de perturbación que te dejan los filmes cazados in fraganti en una noche de estudio. Así, siendo fiel a la verdad, esta cosa es lo que me dejó peor en todos los sentidos, cuando me pilló de improviso una noche de hace ya unos cuantos años.



La cosa va así. Un grupo de chavales deciden pasar un fin de semana en el barco de su amigo el marginado, que quiere integrarse y ser guay y, a la postre, tiene problemas cardíacos. Un buen día, todos se ponen a fumar porros y a contarse qué cosas son las que más miedo les dan del mundo mundial. Como resulta que el anterior dueño del barco se suicidó en extrañas circunstancias, una especie de ser filmado a contraluz transporta el barco hacia una dimensión alternativa, donde los temores de los jovenzuelos se hacen realidad.

Hasta aquí, podría tratarse de cualquier película de terror adolescente normal y corriente, si no fuera por esa imagen como de cámara barata, los planos que parecen de un corto de fin carrera de Comunicación Audiovisual, las pésimas actuaciones de los jóvenes, y la trama que, escrita por mí, parece tener sentido, pero os aseguro que, mientras intentas verla, no posee la más mínima coherencia, sobre todo en el momento en que los chicos dejan solas a las chicas para tratar de buscar ayuda y vuelven algo así como zombificados, pero sin hacer daño a nadie, sólo se pasan el rato tumbados y se van. Y todo se resuelve gracias a un gato que se paseaba por cubierta. Al final, se supone que la protagonista es la única que queda viva, y despierta en su habitación. En lo que pretende ser un intento de superar su trauma, se sale a dar un garbeo por el puerto, donde, a lo lejos, ve un barquito con dosel, como la cama de la Barbie, con sus amigos a bordo. Ella se sube y todos se van de fiesta por el mar. 

¿Está viva? ¿Muerta? ¿Y los amigos? ¿Siguen en la realidad alternativa? ¿Ha sido todo un sueño? ¿De quién? ¿De la protagonista o de Resines? ¿Irán todos a  la isla de Perdidos a tomar café? Misterios...

Y con esto y un bizcocho, esta ha sido la lista de las películas más rarunas que tuve el placer de conocer en mi vida anterior. En el tintero quedan joyas del terror español como Pánico en el Transiberiano o Inquisición; pero ésas ya no me pillaron en las mismas circunstancias, y serán carne de comentario para otro día. De todas formas, si alguno de mis lectores es noctámbulo, o estudiante, o ambas cosas, le aconsejo fervientemente que descubra por su cuenta sus propias bazofias perturbadoras. Las disfrutará más y le entrarán mejor, porque ya se sabe, de noche todos los gatos tienen más tragaderas para el mal/buen cine.



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