martes, 30 de abril de 2013

Libros perturbadores. Perico Malastrampas: el Troll de las cavernas

Hace poco mantuve una conversación telefónica en la que salieron a relucir los cuentos infantiles. Además de Pulgarcito, Cenicienta y demás "cuentos clásicos", yo siempre he sentido admiración por aquellas historias populares poco conocidas. Recuerdo que, de pequeña, existían dos colecciones de cuentos en vídeo, que se compraban por fascículos, y que contaban las historias más variopintas. Una de ellas era Los cuentos de las estrellas, cuyo título original en inglés era Fairy tale theatre. Se trataba de adaptaciones de aquellos "cuentos clásicos" realizadas por famosos directores de cine de  los ochenta, y protagonizadas por los más renombrados actores de Hollywood. La verdad es que muchas de aquellas adaptaciones estaban bastante bien, aunque no incluían ningún cuento especialmente original, motivo por el cual podré explayarme con ellas otro día.

La otra gran colección que plagaba los kioskos de mi infancia era Videocuentos infantiles, distribuida por Planeta de Agostini. El concepto era simple: manga japonés que va narrando, en versiones totalmente libres y peculiares, los cuentos más y menos conocidos de la historia de la literatura infantil. Aparte de las consabidas historias de Cenicienta, Blancanieves, Caperucita Roja y demás, algunos de los cuentos que allí aparecían eran sumamente chungos, llenos de demonios, brujas, vampiros, y otra serie de personajes reinterpretados a la japonesa. Fue en esta última colección donde descubrí auténticas joyas, como "Piel de oso" -también conocida como "Piel de asno"-, "Los seis cisnes", "El médico prodigioso" -el título de esta obra no lo tengo claro, pero recuerdo perfectamente la historia de un joven que vende su alma al Diablo para hacerse rico-, "La bola de cristal" -La mala es una bruja vampírica. ¡Ojo cuidao!-, y más de un largo etcétera de historias, a cada cual más bizarra, y que muchas veces resultaban sumamente interesantes en comparación con los cuentos de toda la vida que Disney nos quiso vender.


La tercera fuente de información en este aspecto era una de aquellas extrañas colecciones de cuentos, que nunca he vuelto a ver en librerías. Al principio, siempre aparecía un par de historias conocidas, pero luego allí empezaban a salir historietas como "El rey Pico de loro" o "El mago Zanahary", que te dejaban a cuadros y te divertían más que las de siempre. Reconozco con pesar que no soy capaz de recordar ni el título, ni la editorial. Sólo recuerdo que eran voluminosas, aunque su formato de página era más bien pequeño, y que tenían cientos de volúmenes, ilustrados con figuras un tanto tradicionales.

¡Es lo que tiene tener un padre librero y cinéfilo! Al final, las influencias me llegaban de muy diversos sitios. A veces, cuando voy por ahí a "lamer las vitrinas" -¡Toma galicismo!-, me encuentro con libritos sorprendentes, como "Las princesas también se tiran pedos" y cosas por el estilo, que tratan de cambiar un determinado paradigma de princesas desvalidas que sueñan con príncipes azules. En esos momentos me pregunto si no sería más fácil que, en lugar de leer los "cuentos clásicos" y basarnos sólo en el imaginario de merchandising de Disney, los chavales de hoy leyeran más historias como la de Perico Malastrampas.

Perico Malastrampas es un cuentecito de una colección infantil, llamada Los cuentos de la Media Lunita, que distribuía -o puede que aún distribuya- la editorial Algaida. Su autor, A. R. Almodóvar, es poco menos que un Jrande de Ejpaña, y es que Periquillo es uno de los vacilones -o trolls- más grandes que he tenido el placer de conocer dentro de los libros de mi vida.

¿De qué trata la historia de Perico? Paso a resumirla brevemente. Un señor muy pobre tiene dos hijos. Juan,
el hijo mayor, que a la postre es un poco bobo; decide marcharse de casa a buscar fortuna. De camino, no tarda en encontrarse con un terrateniente caradura, que le ofrece trabajo bajo estas condiciones: cobrará cuando cante la cuquilla y no podrá quejarse nunca, en caso contrario, será despedido y el amo le arrancará tres tiras de pellejo.

Como ya hemos dicho, al pobre Juan le faltan un par de veranos, y acepta sin imponer ningún tipo de condición por su parte. Al día siguiente, trabaja hasta el agotamiento, y descubre que su amo no le ha dado de comer, motivo por el cual vuelve a la finca a quejarse airadamente. ¡Craso error! La queja ha provocado su despido, sin comer, sin cobrar, y con un poco menos de piel sobre su carne.

Herido en su orgullo, Juan vuelve a casa con el rabo entre las piernas, relatando lo sucedido. Aquí es cuando entra en escena Perico, el hijo menor, mucho más espabilado que su hermano. A pesar de que lo primero que sale de su boca es un sonoro "eres tonto", Perico no repara en nada, y decide ir a la finca del terrateniente a vengar a su pobre hermano. Como veis, estamos narrando una historia épica.
Juan, el hermano tontuso, y el terrateniente caradura

¿Cómo lleva a cabo su venganza el joven Perico? Muy sencillo. Al llegar a la finca pidiendo trabajo, acepta todas las condiciones de su nuevo amo como si fuera otro idiota más, solo que, sabiendo ya cómo se las gasta el terrateniente caradura, decide corresponderle con la misma moneda, lo cual convierte el cuentecillo en una amena competición que podría resumirse en un "a ver quién putea más".

Si el amo lo hace trabajar sin darle de comer, Perico decide no mover un dedo hasta provocar las iras de su jefe, el cual, temiendo quejarse en exceso y perder tres tiras de pellejo, acaba siempre cediendo a las exigencias del mozuelo. Como es lógico, esto lleva a una espiral en la cual el amo pide a Periquillo encargos cada vez más insólitos y difíciles; y éste, viendo sus intenciones, le deja siempre pasmado y, las más de las veces, humillado. Destaco sólo una de esas aventuras.

El amo quiere que Perico lleve unos terneros al mercado, y los venda por una cantidad desorbitada de dinero. Para más inri, los terneros están flacos y desnutridos, y puede que ni siquiera aguanten el viaje hasta el pueblo más cercano. Periquillo, entonces, decide quedarse en el campo hasta que las reses se queden casi muertas. Cuando llegan unos buitres a saborear su festín, el muchacho les pone los cencerros de las reses en el cuello, y vuelve a la finca gritando: "¡Milagro! ¡Es un milagro! ¡Los terneros se han vuelto buitres, amo!". El pobre terrateniente no tiene pruebas de nada de lo que el pillastre haya podido hacer con sus terneros, pero los ha perdido, así como el poco dinero que pudieran valer, motivo por el cual se encabrona in extremis. Periquillo, al notarlo, pregunta con chunga: "¿Es que se enfada usted, amo?". Y el amo, viendo sus manos atadas, sólo puede responder un escueto: "No me enfado... pero no me gusta". Y nadie se enfada, y todos contentos. Hecha la ley, hecha la trampa, que se dice.
¡Milagro! ¡Soy un trollaco!

Finalmente, el pobre dueño de la finca está tan desesperado por echar a Perico que decide llevar a cabo su última argucia. Pide a su mujer que se suba a un árbol e imite el canto de la cuquilla, para pagarle a Perico lo que sea y que, al fin, el maldito chaval se largue con viento fresco. Pero recordemos, Periquillo estaba llevando a cabo una venganza, y no podía marcharse de allí sin un buen trofeo.



No quiero contar el desenlace, porque ya hice bastante sangre con The Raven; pero el final resulta sumamente apoteósico. Para rematar, sólo decir que la finca queda vacía, y que Perico se traslada a vivir allí con su familia, incluido el tontaco de su hermano, vengado y feliz, habiendo aprendido algunas cosas sobre las verdades del mundo, como todos los niños que tuvimos la fortuna de conocer esta divertida historia.

En este caso, el post no ha sido muy largo, y reconozco que esta historieta parece poca cosa, al menos en comparación con el anterior libro perturbador sobre el que escribí. Dentro de poco habré terminado la última historia del padre Fortea y podré hablar de ella con propiedad. Sólo digo que es un tratado de demonología disponible en internet, para todos aquellos perturbados que, como yo, puedan albergar algún interés en el asunto. Por lo demás, reconozco que intento cambiar de tema con cierta frecuencia -es lo que tiene escribir sobre lo que se te viene a la cabeza- pero, al parecer, algunos asuntos vuelven a mí sin yo buscarlo. Dentro de poco también tendré que volver a hablar de musicales, aunque esta vez en una clave más bien espeluznante. Todo esto y mucho más -o lo que me dejen- ya en el mes de mayo. ¡Saludos!


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